Fin de semana en Hong Kong

Los que leéis este blog sabéis que en su mayor parte es sobre mis idas y venidas  por Madrid. Pero justo antes de Navidades, fui por trabajo a China, y no me resisto a compartir algunas imágenes con vosotros. 

No es una cita nueva. China y yo somos viejos conocidos y mantenemos una relación amor odio.

Mi primera parada fue Hong Kong (HK), que por muchos motivos nunca puede ser considerada China, aunque a efectos administrativos lo sea. HK es mi gran amor, sin duda la Manhattan de Asia. Una ciudad dónde realmente puedes sentir la energía fluyendo alrededor.

Para los que no conocéis HK, es una pequeña isla, moderna y cosmopolita que fue colonia británica, y a la que se fueron anexionando territorios chinos, según se extendía la influencia británica. Este territorio unido a la península se llama Kowloon. 

La visión del skyline de la isla, desde Kowloon es uno de los más impresionantes que se puedan ver. Un enjambre de luciérnagas coloridas, de rascacielos imposibles para un madrileño. 

¿Y qué decir de Kowloon? La primera vez que estuve me pareció que acababa de entrar en el decorado de Blade Runner, esa ciudad que se mueve en varios niveles, llena de neones luminosos, de opulencia y miseria, de altos y flamantes edificios entre callejones oscuros donde la mugre de los aires acondicionados se acumula, y las basuras se ocultan y hacinan. Hay ciudades donde todo se mueve a pie de calle, pero aquí no. Todo lo importante sucede en las alturas. Y hasta allí os pienso llevar para ver una de las mejores vistas de todo el mundo, y no exagero nada. 

Si hay una vista privilegiada esa es la del Hotel Peninsula. Su pasado colonial ha sido bien conservado, y pasear por su lobby es algo que te hará comprender la grandeza que tuvo el imperio británico. No podéis venir y no tomar algo en The Lobby, especialmente su hight tea. 

En la planta 28, está el Félix, el restaurante diseñado por Philippe Starck, y aunque el diseño ya tiene sus años, sigue absolutamente igual de deslumbrante que el primer día. Es lo que tiene el buen diseño, que envejece bien. La experiencia iniciática empieza cuando subes en el ascensor que te lleva hasta el Félix, y te encuentras con ese escenario suspendido en el aire y rodeado por todos los rascacielos -y mejor si es de noche- porque el climax es máximo. Es todo acerca de la sensación de estar en el sitio, dónde todo lo demás es secundario. Un restaurante con vistas casi de 360º a Victoria Harbour, Kowloon y la Isla de Hong Kong.

Estaba sola, pero mi silla lucía la graciosa sonrisa de un hombre chino, mi misterioso acompañante por una noche.

Después de presenciar semejante espectáculo, la comida es casi un pretexto, pero aquí va, el early dinning menú, cocina europea moderna, en el restaurante Felix. Seré muy breve, porque lo cierto es que la vista te hace olvidar casi cualquier cosa que tengas en el plato, y más, si mientras ves el espectáculo de luces de la isla.

A la altura del decorado galáctico tenemos nuestra carta digital. Mi elección para esta noche especial fue:

• Entrante: (Foto 1) Salmón confitado, con muselina de apionabo y ensalada de endivias con aliño de limón.
• Principal: (Foto 2) Bacalao con ricotta de patata, salsa de langosta, gnocchi de patata y mejillones al vapor.
• Postre: (no hay foto, lo siento, pero estaba muy bueno) mousse de chocolate, pera pochada, helado de vainilla con crumble de almendra y salsa cítrica. Foto 3: café con Petit Fours.

Acabó la velada con un delicioso macaron de fresa y un bombón de chocolate con sabor a lavanda.

Me retiro pronto, el jet lag me puede y pretendo madrugar para vagabundear por Soho a la mañana siguiente. Alguien tiene que hacer el trabajo sucio en este blog. ¡Buenas noches!

The Peninsula Hong Kong
Salisbury Road, Kowloon
Hong Kong