Igual que aquellos ingleses del siglo XVII y XVIII que emprendían ese viaje iniciático que era el Grand Tour, hasta finalizar en Pompeya, hacemos nuestra peregrinación hacia las actuales excavaciones de la ciudad.
Jóvenes acomodados que antes de hacerse cargo de los negocios familiares o casarse, se embarcaban en un gran viaje, que en aquella época, podía durar casi dos años. Acompañados de un mentor, que les iba explicando las maravillas que les salían al paso, esto era una especie de master que les aseguraría suficiente conversación en sus futuras reuniones sociales.
El ferrocarril no existía todavía y los ingleses que salían desde Calais podían cubrir unos 15 kms diarios a caballo o con coches de postas. En total se necesitaba un año, atravesando Francia hasta llegar a Italia, donde visitaban las ciudades más importantes, Roma, Venecia y Florencia. Lo más aventureros se acercaban a Nápoles donde podrían visitar la recién descubierta Pompeya bajo las cenizas, en el año 1745.
De este tour es de donde viene la palabra tourist y bajo este apelativo es con el que nos movemos actualmente por el mundo. Aquellos turistas se volvían a casa con sus souvenirs, muchos de ellos sacados directamente de Pompeya y Herculano.
Pero francamente, a mi la visita a Pompeya me dejó bastante fría. He sentido mucha más emoción visitando el museo de Sir John Soane, en Londres, un arquitecto que hizo el verdadero Grand Tour y fue un coleccionista insaciable de antigüedades. Nunca os perdáis este museo si vais a Londres.
De los restos de Pompeya sólo te queda una impresión de la organización de la ciudad, plácida a los pies del Vesubio, rodeada de viñas, pues en la época, el vino de la zona era muy renombrado. De cómo vivía la gente, de los objetos que les rodeaban o de sus pinturas, la verdad es que casi no queda nada en la excavación. Y para mí los objetos cotidianos son los que explican la forma de vida de la gente. Todo lo que tenía algún valor artístico ha sido extraído, y ni una copia o nota se ha dejado en su lugar, apenas un borrón de yeso que apenas tapa el expolio.
¿Y las pinturas? ¿Alguien me dice dónde están para visitarlas? |
Después, y en unos almacenes cerrados por rejas se pueden ver muchos objetos apilados (sobre todo utensilios que se usaban en el día a día) pero es como ver tu casa vacía y los muebles y tus cosas en cajas, apartadas en un guardamueble. ¿Realmente os haríais idea de como sería mi vida?
Yo creo que sería mucho más educativo recrear alguna casa, tal y como se encontraron en su día, con su ajuar original. Pero esta es sólo mi opinión.
Pero vayamos con lo positivo, entre lo que más me llamó la atención de Pompeya fue lo bien ordenada que estaban la ciudad con sus calles rectas, al estilo del ejército romano.
Después están las calzadas, con esas piedras a modo de puentes para cruzarlas. La razón era que las aguas menores, mayores y de todo tipo se echaban a la calzada quedando estancada. Los caballos y demás animales que transitaban las calles, dejaban su rastro tras de si. Estos puentes eran totalmente necesarios si no querías llenarte de bosta hasta mitad de la pierna. Imaginad la lluvia corriendo por las calles… Por eso las casas se vuelven hacia el patio interior, y toda la luz procede de este atrio, pues de la calle no podía venir nada bueno, ni la vista ni el hedor.
Luego destaco los moldes de los cuerpos que se sacaron de la lava. Por supuesto que el calor y el tiempo consumieron los cuerpos, pero en su lugar quedo una impronta hueca, que al rellenarse con yeso revelan unas esculturas de una viveza inimaginable, como la que os muestro en la foto.
Por último, lo que más me llama la atención es la decoración de las estancias, que se decoran de una forma muy arquitectónica, para dar profundidad y enriquecer los fríos estucos. Detalles sutiles quedan todavía: una pequeña guirnalda floral o un pájaro. Adornando las paredes las fotos de la época, es decir los retratos de los moradores de la casa. Los mosaicos de la advertencia de los perros a la entrada de las casas nos recuerdan que no hemos cambiado nada en todo este tiempo.
Muchas casas tenían estos mosaicos a modo de advertencia ¡Cuidado con el perro! |
Visitar Pompeya o Herculano en agosto es un gran error que yo he sufrido en primera persona, pero a veces no se puede elegir. El sol es implacable y hay pocas sombras en las que refugiarse.
La visita puede llevar un mínimo de 3-4 horas, y hay que ir bien aprovisionado de agua, calzado cómodo, pues el empedrado original es muy traicionero, sombrero y buena crema solar.
El recinto tiene una cafetería, donde poder descansar, tomar algo muy básico para comer e ir al baño, y si hay fuerzas continuar el recorrido.
La entrada cuesta 11€ si visitas Pompeya y 20€ el combinado con Herculano.
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