Cuando visitas Ravello todo el mundo te pregunta si ya viste Villa Cimbrone. En los restaurantes te dicen ¡Ah, viniste a ver Villa Cimbrone! o los vendedores de cerámica cuando les dices lo bellas que son sus piezas te dicen: ¡Oh, Villa Cimbrone lo es mucho más!
Ante tanta insistencia seguimos el camino que lleva hasta ella y sacamos el ticket para la visita. En la actualidad es un Hotel de cinco estrellas, pero sus Jardines pueden ser visitados previo pago (7 euros).
Villa Cimbrone es un enclave con un pasado que se remonta a la época romana, después pasó por dos familias italianas, hasta que Ernest William Beckett (1856-1917), un intelectual que había realizado el “Gran Tour” se enamoró de este lugar y a finales del siglo XVIII lo compró y lo convirtió en el lugar que podemos visitar hoy.
A él se debe la idea de crear un recorrido, empezando por el claustro, pastiche de muchos estilos artísticos, seguido de la cripta; y después el jardín poblado con avenidas, fuentes, templetes, grutas o estatuas. El resultado es un paraje singular: agreste y natural pero muy estudiado, pues la mano de famosos paisajistas ingleses está detrás.
Parece que estoy describiendo un jardincillo inglés más, pero ha sido mi error no mencionar que el lugar es más que especial. La villa siempre fue muy codiciada porque se situaba en la cima de Ravello, donde caía casi en picado hasta el mar. El resto de la finca era una extensa área forestal, con cultivos típicos de la zona como olivos, árboles frutales o vides, y que además tenía suficiente espacio para recrear los actuales jardines, cosa difícil en este paraje carente de explanadas y donde las terrazas excavadas son el único lugar para cultivar.
Estas vistas son las mismas que las de otro famoso enclave, Villa Rufolo, actual sede del famoso Festival de Música de Ravello, y cuyo escenario se sitúa de espaldas al acantilado con el público frente al mar y el cielo estrellado.
El recorrido del jardín me hace pensar en esos espíritus del Romanticismo, atormentados y siempre enfrentados con una hiperbólica naturaleza. Me imagino a un caballero sacado de un cuadro de Friedrich caminando por la avenida, ayudado de su bastón, hasta llegar a la Terraza del Infinito, un balcón volado sobre el acantilado. La visión desde este mirador te divide en dos sensaciones contradictorias, una la necesidad de volar extendiéndote sobre el cielo, y otra, la de un miedo cerval al infinito, al precipicio ante tus pies. Entonces, nuestro caballero aferrado firmemente a la balaustrada se quitaría el sombrero como haría cualquiera al entrar en un templo sagrado y respiraría ese aire marino, resinoso y perfumado, ahíto de tanta grandeza y sentiría la calma, la misma que encontraría tras el consuelo del rezo. Ciertamente es uno de los lugares más bellos del mundo.
HOTEL VILLA CIMBRONE
Via Santa Chiara, 26 - 84010 Ravello - Salerno - Italia
Tel.: + 39 089 857459
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